27 de noviembre de 2014

Los Ciudadanos del Mundo (Male P.)



Magdalena Piñero, o simplemente “Male” , comenzó con las mudanzas cuando era chica. Quizás esa primera experiencia fue lo que la impulsó a embarcarse, muchos años después, en una aventura que parecía soñada. Su entusiasmo y su curiosidad por todo aquello que la rodea (sin importar si se encuentra en Nueva York, Vietnam o en medio de una tribu indígena) se trasluce cuando se pone detrás de la cámara. A través de ella combina sus dos pasiones: los viajes y la fotografía y comparte con el mundo el maravilloso resultado en su página “Say Cheese to the World” (https://www.facebook.com/saycheesetotheworld). Los invito a compartir la historia de esta argentina que está viviendo su propia versión del “sueño americano”…
¿Cuándo empieza tu historia, Male?
–Nací en 9 de Julio, provincia de Buenos Aires. Viví mi infancia en una ciudad tranquila y segura, donde pude disfrutar mis tardes jugando en la vereda, andando en bici con amigas, disfrutando el verde y el campo. A los diez años, por razones laborales de mis padres, me mudé a Capital Federal y me adapté muy bien a ella. Tanto que hoy extraño mucho Buenos Aires y disfruto mucho cada vez que vuelvo.

18 de noviembre de 2014

Los gusanos brillantes de Waitomo



Hay maravillas de la naturaleza que son tan pequeñas que casi pasan desapercibidas. Aunque éste podría haber sido el caso de los gusanos brillantes, no lo fue gracias a dos exploradores (uno maorí y otro inglés) que en el año 1887 se adentraron en las misteriosas cuevas de Waitomo (maorí para “corriente que fluye dentro de un agujero en la tierra”) con poco más que unas velas. Es de admirar el coraje de estos exploradores porque lo que es yo, ni en el 2014 que corre, me hubiera metido por aquella hendidura en la roca sin saber lo que podía encontrar. Aunque en el interior me esperara un pequeño fenómeno de la naturaleza.

A las cuevas de Waitomo se accede ahora por un moderno centro de información en medio del bosque. Por dentro, las cuevas son de piedra caliza que se formó hace 30 millones de años debajo del mar. Sus paredes muestran vetas de diferentes colores e incluso contienen restos fósiles de esqueletos de peces, moluscos y corales. Cuando los movimientos de las placas tectónicas comenzaron a empujar grandes masas de tierra por esta zona de Nueva Zelanda, las cuevas salieron a la superficie. Con el paso del tiempo, el agua de lluvia se empezó a colar dentro y comenzó a gastar la piedra caliza para crear curiosas estructuras en forma de conos llamadas estalactitas y estalagmitas, según si la base está en el techo de la cueva o en el suelo. Su formación es terriblemente lenta (un centímetro cúbico cada 100 años) y se asemejan a los castillos de arena mojada en la playa. Cuando se unen una estalactita y una estalagmita, se forma una extraña columna que parece derretida.

11 de noviembre de 2014

Nueva Zelanda burbujeante bajo la superficie


Desde Auckland, casi todo Nueva Zelanda queda hacia el sur (y hay mucho, porque el país tiene unos 1.600 kilómetros de largo aunque unos escasos 400 de ancho), así que hacia el sur fuimos, tan lejos como nos lo permitiera el corto fin de semana.

Nuestra primera parada fue el pueblito de Cambridge, a una hora de Auckland y que era territorio conocido para Ale porque por esa zona está la obra que estudia. Cambridge nos esperaba con todas sus galas: con un mercado de variedades en la calle principal (cuando digo variedades, me refiero a cosas útiles como mermeladas y libros, y también a todo tipo de antigüedades y porquerías) y con la banda local tocando música escocesa mientras los lugareños desayunaban en mesitas al sol. También nosotros desayunamos al sol y disfrutamos un rato de este pueblito tan pintoresco y tan parecido a los que salen en las películas, con mujeres que vendían galletas caseras y señores con delantales que asaban salchichas.